Opus Dei, Iglesia, Religiones y Dios

Iván de ExOpus

Desde que naces observas como tanto tu familia como el entorno social en el que vives dan por absolutamente cierto que la única manera posible de servir a Dios es en la Iglesia Vaticana y, ¿cómo no te vas a fiar de quienes sabes que quieren lo mejor para ti, y que de hecho ellos mismos viven?

En la adolescencia eres invitado por un amigo a recibir formación en un centro del Opus Dei. Te informas. Descubres que la Obra es una institución aprobada por la Iglesia y, ¿cómo no te vas a fiar de ella cuando la mismísima jerarquía eclesiástica lo hace y más todavía cuando crees que su misión fundamental es la de velar por el bien de los fieles?

Desde que te acercas, los directores de la Obra te someten a un proceso muy bien planificado conducente a sustituir la voz de la Iglesia y de Dios por la suya y a quebrar tu voluntad a base de una serie de acosos sucesivos, de menos a más, por tu bien y porque es voluntad de Dios –te dicen- (primero dan la lata para que vayas al centro, luego  a las meditaciones, después a estudiar allí, para que asistas a charlas…, y si en algún paso te resistes te salen con que es por tu santidad y por amor a Dios), hasta lograr que tu voluntad esté tan acostumbrada a decirles que si a todo que les sea suficientemente fácil vencer en su último asalto: que aceptes no tener mujer ni hijos, así como entregarles todo tu dinero, presente pasado y futuro, y la totalidad de cuanto te pidan, ya que ellos han “visto” que Dios te ha concedido la vocación al Opus Dei.

Y como confías en Dios y por Él en la Iglesia y por Ella en el Opus Dei, acabas cediendo a su presión. Escribes una carta pidiendo la admisión, sin percatarte ni por un instante en la inconsistencia religiosa de sus planteamientos ni en la múltiple vulneración de los derechos humanos fundamentales a que has sido sometido.

Desde ese momento te consideran como si les pertenecieras y se multiplican los acosos, el control de los pensamientos, de los sentimientos, de la conducta, de la información, el aislamiento de todo cuanto pudiera abrirte los ojos… Y como confías en Dios y por Él en la Iglesia y por Ella en el Opus Dei, cedes.

Conforme pasa el tiempo se va incrementando en ti el sentimiento inconsciente de sentirte como un ingenuo e imbécil de libro si descubrieras que te has dejado tomar el pelo por ellos, lo que impide y eclipsa cada vez más la lucidez que te permitiría ver la estafa a que has sido sometido.

Con los años, las incongruencias entre lo predicado y lo que se vive, la soledad cada vez mayor, la falta crónica de satisfacción, la sensación de vivir haciendo teatro…; o bien abren grietas en los densos muros que te han colocado, lo que te permite dejarles, o te sigues bloqueando hasta acabar sumido en una depresión incurable.

Si eres de los afortunados, como es mi caso, que descubres la trampa en la que te han metido y posees la fuerza y los medios para salir corriendo, lo haces.

A partir de entonces lees e investigas sobre lo que la Obra te tenía prohibido. Y cada vez con más extensión y profundidad vas descubriendo la verdadera esencia de la Institución. Ante las aplastantes evidencias, la confianza plena en el Opus Dei salta hecha pedazos.

La verdad nos hace libres, pero en ocasiones su descubrimiento causa mucho dolor. Ésta es una de ellas. Es difícil comprenderlo si no se pasa por ahí. Las esperanzas, anhelos, ilusiones, grandes y pequeños sacrificios, trabajos, amigos…, y lo mejor de tu vida, se desmoronan ante ti.

Para muchos aquí finaliza el proceso de liberación. Mas otros se sienten con vitalidad para llegar al final de otros posibles descubrimientos y se embarcan en diseccionar la verdad o falsedad de todas las creencias que hicieron posible que cayera en el cepo del Opus Dei.

El siguiente paso es investigar a la Iglesia, puesto que por sus pecados de acción y omisión es la gran responsable del daño que el Opus Dei hace a las gentes.

Los planteamientos pueden ser:

Si aves del mismo plumaje vuelan juntas, y la Iglesia lo hace con la Obra, ¿no será porque ambas son de la misma catadura?

El Fundador repetía a los suyos que eran iguales a los primeros cristianos, si es cierto, ¿entonces el pisoteo a los derechos humanos por parte del Opus Dei que vemos hoy será el mismo que el realizado por los miembros de una comunidad paulina del siglo I?

Si has descubierto que todo lo bueno del Opus Dei no es más que un medio para atraer a la gente y esclavizarla después, ¿no ocurrirá lo mismo con la Iglesia? ¿No usará como cebo la grandeza del mensaje de Jesús de Nazaret, la bondad de muchos de los suyos (que probablemente serían igual de buenos si pertenecieran a otra religión, o a ninguna) y sus obras de caridad como medio para clavar a los atraídos por ello en los anzuelos de sus dogmas, miedos al Infierno, convicción de ser la única dispensadora de la Gracia y de Dios, para así mantener al pueblo esclavizado a los fines dominadores, megalómanos y terrenales de sus jerarcas?

¿Habrá que hacer caso al papa León X (1513-1521) cuando le escribe al cardenal Bembo: «Desde tiempos inmemoriales es sabido cuán provechosa nos ha resultado esta fábula de Jesucristo.»?

¿No será que todos los defectos que le vemos al Opus Dei los ha tomado a su vez de la Iglesia?

¿…?

El siguiente paso, si procede, es plantearse lo mismo sobre el Cristianismo, resto de religiones y, por último, sobre la existencia o no del Dios que ellas predican.

A pesar de que la investigación y el desarrollo de estas hipótesis es un camino apasionante, este no es el lugar ni el momento para recorrerlo. Nos saldríamos del objetivo de este Blog, que es el Opus Dei, para cambiarlo por el de la Iglesia, el Cristianismo, las religiones o Dios.

Como los defectos de la Prelatura son tan sobreabundantes que bastan por sí mismos para desautorizarla ante los ojos de la gente de buena voluntad, sin necesidad de tener que recurrir a estudiar peldaños superiores, sería contraproducente actuar de otra manera, ya que entonces confundiría a los lectores que no sabrían si se estudia al Opus Dei, a la Iglesia, a las religiones o a Dios.

Lo anterior no quita mi recomendación al lector para que medite sobre lo dicho y actúe en consecuencia.

No olvides que, aunque a veces duela, sólo la verdad puede hacerte libre, y por ello más feliz que viviendo engañado o con convicciones no fundamentadas.